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Entrevista

El delfín santandereano, la viva cara de Colombia

El delfín santandereano, la viva cara de ColombiaPaula Núñez
00:00 / 30:59

​En el país de los cerezos, el sushi y el anime, el delfín santandereano enalteció al país del café, la biodiversidad y de las personas que nunca se rinden, Colombia. A una hora de ponerse el sol, las vacías gradas del Centro Acuático de Tokio presenciaron las competencias de natación adaptada, dos días después de que se inaugurarán los Juegos Paralímpicos Tokio 2020. Esto en un ambiente donde el sonido del ansioso mordisqueo de uñas, el incesante golpe de las piernas y manos contra las superficies y el constante rebote del agua al salir de la piscina, daba su señal de presencia. Exactamente, la tensión que trae las olimpiadas. En aquel agitado contexto, un colombiano, Nelson Crispin, se preparaba para lograr aquel reto que no alcanzó en Río 2016, llevarse el oro. 

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Foto tomada de: Colprensa.

La fría madrugada en Bucaramanga, no distaba del atardecer japonés. La familia de Nelson vivía la competencia como si fueran ellos quienes nadarían por la gloria olímpica. La diferencia horaria de 14 horas los mantenía despiertos a las tres de la mañana, a la espera de ver a su amado atleta bracear y lograr darle la primera presea dorada al país en Tokio 2020. Antes de que se diera inicio a la prueba, María Fernanda Ayala, novia de Nelson, pensaba: “¿Qué va a hacer mañana? ¿Cómo va a ser todo? ¡Qué esté concentrado!”, José Crispín, su hermano mayor, hablaba con sus demás hermanos por WhatsApp sobre la modalidad, y sus padres, Ana Corzo y Luis Crispín, se preparaban para pedir a Dios por su hijo. 

 

Cada minuto acercaba el momento de luchar por la medalla, el sonido de las manijas del reloj era como un fuerte martilleo al ansioso cuerpo de la familia de Nelson. En Japón, el atleta entraba a su zona de relajación. Activaba su corazón con el energético ritmo de las canciones de música electrónica. Conversaba los últimos detalles técnicos y recibía las palabras que le pondrían alas para nadar en la piscina, por irónico que suene, con William Jiménez, su entrenador. Además, leía aquellas tarjetas que recibió en las últimas olimpiadas que lo aconsejaban sobre su respiración, concentración y positividad.  Pisar la banqueta de salida, lleva el peso de todos los sacrificios que tuvo que afrontar, sus años de entrenamiento y el nombre de todo un país. Sin embargo, en sus pensamientos solo estaba presente aquello que debe hacer en el agua. El juez da inicio a la prueba de 200 m combinado y Nelson salta a la pileta. 

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Una de las ventajas de Nelson es su rápido inicio y en esa prueba no fue una excepción. Como una mariposa pasó sus primeros 50 m, con la fuerza que desde la distancia su madre y padre daban al hacer su rosario. Al devolverse en estilo espalda perdió la pequeña ventaja que había conseguido, lo que lo llevó a ocupar el tercer puesto y generó que en Colombia, María Fernanda temblara a más no poder mientras lo grababa. Sin embargo, los 100 metros iniciaron su camino a la gloria, seguramente el amor y deseo de su familia se transmitió en su corazón a 14,000 km de distancia. En pecho recuperó la primera posición y en brazada se consagró como ganador. Todo dio su resultado, los Crispin Corzo no podían más del orgullo, el himno retumbó por primera vez en una sede deportiva japonesa y se rompió un récord mundial, Nelson lo logró. 

 

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Foto tomada de: 2021 Getty Images

 

Estamos mostrando lo que es Colombia", declaró Nelson en un vídeo publicado después de ganar su primera medalla en Tokio 2020. Una frase contundente que describe perfectamente la realidad, no solo porque gracias a sus logros deportivos se evidencia una nueva cara de un país que ha sido estigmatizado por su pasado violento, sino que Nelson Crispin representa a Colombia. Sin referenciar que lleva el nombre de la nación durante sus competencias, sino que su sonrisa al contar una anécdota despierta el recuerdo de un amanecer en las soleadas playas del Caribe. Además, de sus irremplazables usteos que son la viva cara de su departamento, Santander.

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Descrito por sus seres cercanos como un excelente ser humano, Nelson es noble, se evidencia en el trato que tiene con las personas. “Uno lo ve a él y es una persona que impacta eso, esa humildad, ese trato amable. Y se ve lo buena persona que es él”, aseguró Jean Barón, uno de sus amigos más cercanos. Esto se percibe en su historia llena de altibajos, casi similar a los que se encuentran en una montaña rusa y de alguna forma comparables a la historia de los colombianos. Con dificultades, pero con la fuerza para salir de ellas.

 

Una infancia de descubrimientos

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En Floridablanca, Santander nace Nelson Crispín Corzo, un niño alegre, extrovertido y amiguero. Hasta sus 11 años, jugar a las escondidas en las calles, hablar con sus amigos del barrio y estudiar eran el pan de cada día. Como dijo su hermano José Crispín: “Él era el niño consentido de todos. Yo lo llevaba, lo traía, lo recogía y estaba pendiente de él. Tuvimos bastante conexión en relacionarnos porque él también estudiaba en mi colegio, entonces comíamos en los descansos y estábamos los dos para arriba y para abajo, cuando íbamos para el colegio y cuando salíamos”. Nelson era muy conocido en su barrio, no solo por su característica efusividad, sino que también por su discapacidad, la cual se hizo evidente cuando cumplió su primera década de vida. 

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Foto tomada de: La Vanguardia.

 

Paula Núñez: Me cuenta que a los 11 años empieza una época difícil en su vida, ¿podría hablarme un poco sobre ello?
Nelson Crispín: A los 11 años estaba en el colegio, iniciaba bachillerato. Ya empezaba a verse a lo que en ese momento no se le llamaba bullying. Obviamente, se empezaba a ver mucho más la discapacidad porque me quedé un poco en estatura en comparación con los demás compañeros. Ellos estaban con molestias, con muchas palabras que a veces ofendían. No todo el mundo, pero sí había ciertas personas de un grupo. Entonces, empecé a no querer ir al colegio, a quedarme en casa, a no asistir.

 

Los agravios por parte de sus compañeros de bachillerato influyeron en cómo Nelson se sentía sobre sí mismo. El delfín santandereano nació con acondroplasia, enfermedad que impide el crecimiento de las extremidades. Por lo tanto, su talle bajo iba a ser una de las características físicas que lo harían resaltar por encima de los demás. Socialmente no era considerado “normal” que un niño a inicios de su adolescencia fuera muy bajito, así que, como cualquier joven, Nelson cultivó complejidades al ver como sus compañeros y amigos crecían y él no. Como unos superhéroes, Ana Corzo y Luis Crispín pidieron una cita médica con un especialista, sin importar el costo monetario que esto podría tener.

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P.N: ¿Podría hablarme un poco más sobre aquella época difícil en su vida?

N.C: Allí fue como esa parte fuerte, pero yo hablé con mis padres, en ese momento no contamos con muchas comodidades, pero ellos hicieron un gran esfuerzo para poder hacerme los exámenes que se requerían para inyectar unas hormonas de crecimiento, para ver si mi cuerpo lo podía asimilar. Tuvimos toda la parte que tiene que ver con los exámenes y después la cita con el doctor para revisarlos. Él me dice la noticia, es más, ese día que nosotros fuimos él ni nos cobró la cita, porque vio que no se podían hacer las hormonas de crecimiento y me explicaba que tenía algunas complicaciones. De pronto podría tener alguna malformación en mi cuerpo, porque todavía no se había desarrollado totalmente. Entonces él me sugería que hiciera deporte como baloncesto o natación, ya que me podían ayudar a crecer durante mi adolescencia. Obviamente tenía hasta los 23 o 24 años, si no estoy mal, que es la edad en la que el hombre puede crecer y que con estos deportes se le podía agregar a que no llevara una vida sedentaria.

 

Su motivación, debido a que era la forma de superar la discapacidad, fue el deporte. Además del apoyo que recibía de su familia y amigos; él veía en el ejercicio físico la forma de crecer. Al inicio, Nelson practicó baloncesto, pero casi por obra del destino a su puerta tocó mágicamente la oportunidad de entrar a una piscina y dar sus primeras brazadas. Todo comienza cuando José Alfredo, su hermano, tenía el objetivo de ser oficial de Policía, y uno de los requisitos era obtener un certificado de natación. Cuando iba camino a hacer el curso aceptó que Nelson lo acompañara. Lo que no esperaban era que ese acompañamiento significaría el inicio de la carrera deportiva de uno de los deportistas más importantes del país. 

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Foto tomada de: Juan Sebastián Moreno Durán

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Las primeras brazadas

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En los sueños del joven Nelson la natación no ocupaba ningún lugar especial, debido a que por años era solo un hobbie. El uniforme de policía, las historias de su padre como pensionado de esa entidad y el trabajo de sus hermanos por la seguridad del país lo impulsaban a soñar con portar aquel escudo. Sin embargo, con el paso del tiempo su gusto por las computadoras lo llevó a idear un futuro como ingeniero de sistemas, pero la piscina lo hizo darse cuenta de su verdadera pasión. Al fin y al cabo, un delfín no puede estar fuera del agua. 

 

P.N: Según tengo entendido, primero practicó baloncesto, después acompañó a José Alfredo a una piscina y allí empezó con la natación, ¿cómo fue ello?

N.C: Sí, yo lo acompañé y el pasar del tiempo llegó de casualidad. En ese momento conocí la piscina, allí estaba el profesor William David Jiménez, que es mi actual entrenador. Él me hace la invitación de participar y  me dejaba a la mitad de precio, realmente me animó. En ese momento empecé a hacerlo por la parte de crecer y que me ayudara. No lo veía desde una parte competitiva o de alto rendimiento, porque en ese momento tampoco el deporte paralímpico era muy bueno o muy conocido. Entonces así es como inicio, aprendiendo; no sabía nadar, no sabía que era una piscina, un vestido de baño. Le tenía muchísimo miedo al agua,  yo creo que a través de todas las enseñanzas que el profesor David Jiménez me fue inculcando, fui aprendiendo muchísimo y ya después se convirtió en algo como una rutina, como algo esencial para mí.

 

P.N: ¿Cuál cree que fue la enseñanza más impactante que dejó William en su vida?

N.C: La forma de enseñar. Creo que era muy particular en la piscina. Ha sido un entrenador que es muy conocido y ha forjado muchos nadadores en Santander. La forma de hablar, a veces piensa uno que es un poco fuerte, pero si uno lo conoce se va aprendiendo mucho. Asimismo, la enseñanza y la sabiduría que él tenía. Bueno, creo que una anécdota importante es que yo lloraba para ingresar a la piscina, a veces no quería y no me soltaba del borde. Él siempre con bandera y  con gusanos me lanzaba casi a mitad de pista, en cuarto piscina, y ahí pues tenía que desenvolverme para salir. Y bueno, muchos métodos que él tenía eran muy buenos, los cuales me ayudaron a perderle el miedo al agua y, también, como dice una de las reglas de natación: el de tenerle respeto, más no miedo al agua. Eso fue lo que me inculcó.

 

El aprender a nadar e iniciar con una nueva rutina representó un gran sacrificio para Nelson y su familia. “Mi mamá le pagaba con muchas cosas, porque nosotros no éramos una familia estable económicamente en ese momento, y pues normal, le pagaba la mensualidad con tamales o con cosas para que él aprendiera”, declaró José Crispin. Asimismo, con el objetivo de crecer, Nelson dedicó mucho tiempo de su adolescencia, pues estudiaba en la mañana, salía del colegio a la 1:30, almorzaba y montaba un bus a las cuatro para entrenar y volver de nuevo a su hogar a las siete de la noche. 

 

Las 7 medallas conseguidas en unos juegos paralímpicos no cayeron del cielo, significaron sacrificio y trabajo duro. El entrenar no fue siempre una motivación para él, debido a que por hacerlo tuvo que privarse de pasar tiempo con sus amigos y descansar. La natación no se veía como el final de su meta. Sin embargo, cuando Nelson logra entrar a la Selección Santander, inician las competiciones nacionales y departamentales que lo llevan a crearse un nombre por sí mismo. En los Juegos Nacionales de 2008 consigue sus primeras medallas, clasifica a sus primeros Parapanamericanos e ingresa a la Selección Nacional. Aquellos reconocimientos le dieron ese impulso motivacional que tanto necesitaba. 

 

P.N: ¿En qué punto de la vida se dio cuenta que podía dedicarse a la natación?
N.C: Después de pasar por la Selección Santander e ir dándome mi espacio y el reconocimiento, me fui dando cuenta que por ahí era. Con el apoyo de un profesor que fue viendo el talento que tenía, pues él me fue inculcando eso, me decía “tenemos que trabajar más, bueno” o “vamos para esta competencia”. Había momentos de mi vida que por cuestiones fueron difíciles, pero tampoco toda la vida fue así, o sea, toda la vida de joven no fue difícil, sólo momentos, lapsos de tiempo. Yo creo que también se debe a esos ángeles, que yo le digo a las personas que me apoyaban y que eran amigos. Ellos realmente no veían la discapacidad como una enfermedad, o en la baja talla como algo de burla, sino era algo de aprovecharlo y apoyar a esa persona. Siempre tuve personas que estuvieron ahí y no siempre como lo dije con burlas y con todas las cosas que eso conlleva.

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Foto tomada de: Adam Petty
 

Al ingresar a la Selección Nacional, la bandera de Colombia se volvió uno de esos elementos que llevaba cada vez que salía del país. En 2012, Nelson vive su primera experiencia Olímpica. Sin embargo, “para ser la primera, pues no lo hice mal. Teníamos el apoyo también de mi hermana, que vive en Londres, entonces asistió también a verlo. Fue un momento de alegría, pero a la vez triste porque los resultados no fueron medallas, solamente diplomas Olímpicos”, aclaró José Crispín. Londres 2012 fue como darle la primera probada a un delicioso caldo y quedar con ganas, ya que esa competición hizo que los próximos olímpicos se convirtieran en un reto imposible de no afrontar. Asimismo, ser condecorado en 2013 por periódico El Espectador como Deportista del año fue otro impulso para su carrera. 

 

Un delfín en el aula de clases

 

P.N: ¿Cómo fue la época universitaria? ¿me podría describir un poco sobre ello?

N.C: Bueno, lo que pasa es que yo salí de la Normal de Piedecuesta. A mí la verdad me gustaba lo de ser maestro, pero cuando salimos de 11, yo como que sí quería, como que no quería entrar a la universidad. Entonces un parcero me dijo: venga, ¿sabe qué hacer?  No, yo todavía no sé, no sé si seguir el ciclo, le contesté. Se requerían dos años en el ciclo para salir como maestro, entonces me dijo:  A mí como que me están dando ganas, porque pues igual son dos años y ya sale uno bien. Así que le dije ¡matriculémonos! Igual a mí siempre me había gustado el tema de la educación en el deporte, y en todas las experiencias aunque eran duras para mí; por ejemplo, siempre me fue muy bien con los niños. Claro,  yo me matriculé y bueno, iniciamos. En los primeros semestres dan toda la parte teórica, ya después del segundo, tercero y cuarto era más que todo entrar a la parte de enseñanza en el salón de clase con los niños y todas esas cosas. 

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El 2012 no sólo destacó por los Juegos Paralímpicos, sino también porque simbolizó el inicio de una nueva faceta en su vida, el Nelson universitario. Aunque ese año por las olimpiadas no pudo comenzar a estudiar, desde allí ya tenía preparado todo para su pregrado. En 2013 inicia su carrera de cultura física, recreación y deporte en la Universidad Santo Tomás al ser influenciado por su entrenador William Jiménez, quien trabajaba en la institución como profesor de natación. El inicio de su vida académica fue un poco dura, conseguir amigos no fue tan sencillo y las responsabilidades educativas debían ser balanceadas con sus entrenamientos. 

 

Si estudiaba en la mañana, debía correr en la tarde para llegar a su lugar de entrenamiento y, si estudiaba en la tarde, viceversa. Compaginar su vida universitaria con sus obligaciones deportivas, después de un corto tiempo no fue problema, al igual que conseguir amigos y novia. Como la mayoría de cosas en su vida, el inicio viene con sus complicaciones, pero la fuerza de Nelson lo convierte en positividad. Su nombre sonaba en el campus de la Santo Tomás, la mayoría de estudiantes conocían sus logros, lo que le facilitó el acercamiento a sus compañeros. Construyó relaciones que hasta el día de hoy perduran, como con Jean Barón y María Fernanda Ayala, su actual pareja. 

 

P.N: Y el Nelson universitario, ¿era fiestero?

N.C: Sí, sí también una que otra fiesta por ahí, para que decir mentiras. Cuando había integraciones en la universidad a veces jugábamos  interfacultades. Me gusta mucho el fútbol y pues malo no soy, pero cuando el profe William me veía jugando,  me llamaba la atención, me decía “que cuidado con la rodilla o  una lesión, una cosa”… porque de pronto estaba cerca un evento importante como el mundial o unos Juegos. Entonces me veía y de una vez me sacaba prácticamente a patadas. Realmente él tenía la razón, pero también a mí me gustaba jugar.

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Río, primera conquista olímpica

 

Brasil, el territorio de la samba, el Cristo Redentor y el fútbol, vivió la agilidad de Nelson Crispín. Para sus segundos Juegos Paralímpicos, la madurez y la experiencia hacían parte de la indumentaria que no faltaba en la piscina, pues llegaba un atleta que quedó cuarto en sus olimpiadas pasadas y conocía lo que era estar en un torneo de ese calibre. Además, estar en un país con tanta cercanía a Colombia le transmitía la calidez de sus compatriotas que asistían al Estadio Olímpico Acuático y de su familia que viajó a acompañarlo en ese nuevo reto. 

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Presenciar ese momento de gloria olímpica fue un orgullo para su familia. José Crispín afirmó: “Es muy emocionante ver el apoyo y la acogida que tiene el deporte paralímpico a nivel mundial en ese momento, en Brasil estar en el mismo estadio donde compitió Michael Phelps y que esté todo lleno, fue muy chévere”. Las pancartas que exaltaban un “vamos por más campeón”, el ferviente amarillo de la camiseta en la gradería y los cánticos de ánimo decoraron las tres medallas de plata obtenidas por Nelson en esas justas olímpicas. No obstante, la alegría del momento enfrentaba la zozobra que días antes tuvo que vivir por la incertidumbre de la realización de los juegos.

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Foto tomada de: La Vanguardia.

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La escasez financiera fue una de las amenazas que tuvo las olimpiadas de aquel año. Provocó la peor crisis en la historia de los Juegos Paralímpicos. Antes que se disputarán las competiciones, la realización de estas estuvo en duda, debido a que el dinero que los paratletas recibirían para sus boletos de avión, no fue enviado. Además, solo se vendió el 12% de las entradas lo que provocó que el presupuesto destinado al personal, al transporte de los deportistas y a los centros de prensa fuera reducido o eliminado. Estos sucesos causaron desconcierto en los atletas, especialmente en Nelson; prepararse por cuatro años para un torneo y que este probablemente no ocurra es impensable. Por suerte y esfuerzos de la organización, la historia no tuvo un final catastrófico. 

 

Sin embargo, situaciones de este tipo no son poco comunes en el circuito paralímpico. En septiembre de 2021, Nelson Crispin, Carlos Serrano, Moises Fuentes y otros paratletas reclamaron al gobierno por el incumplimiento en la construcción de un complejo acuático en Piedecuesta. Con la consigna “le cumplimos al país y el país no nos cumplió” se evidenció cómo el Estado en ciertas situaciones no recompensa el sacrificio de jóvenes que ubican el nombre del país en los más alto. Sin embargo, no es solo el gobierno, sino que los medios de comunicación también caen en esto. “Sería genial que así como transmiten los partidos de Colombia, transmitan también las competencias de ellos, sería muy chévere”, aseguró María Fernanda Ayala.

 

El sabor del oro

 

P.C: La preparación del ciclo paralímpico entre Río y Tokio fue muy distinta por la pandemia, ¿cuáles fueron las mayores diferencias entre los dos ciclos olímpicos?

N.C: Primero, el tiempo, porque se pasó de cuatro a cinco años. Lo otro fue la pandemia, estuvimos afuera del agua casi seis meses y el deporte de la natación es un deporte que necesita otro medio para poder hacer sus ejercicios, sus cosas. Sin embargo,  nosotros siempre tuvimos ese apoyo de las personas, de la familia, de los entrenadores, de los psicólogos, doctores que estuvieron con nosotros siempre. Al estar nosotros con ellos y al llevarnos en esta pandemia sin parar fue un reto grande que tuvimos que realizar. Nosotros trabajamos desde casa. Todos los días teníamos que conectarnos dos veces al día para hacer ejercicio físico en la mañana. A lo último también tuvimos la oportunidad de que nos llegará una máquina de simulación de la brazada, entonces podríamos entrenar en la máquina, y ya pues afortunadamente también nos dieron el espacio de ser los primeros en entrar al agua. 

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Las olimpiadas de Tokio tenían un sabor distinto, pues los tapabocas, las burbujas sanitarias y el encierro en la villa olímpica fueron sus principales características. Después de meses de cuarentena y entrenamiento especial, Nelson viajó un mes antes para concentrarse y evitar el contagio de Covid-19 con otros atletas en Palmira. Días de aislamiento, de poca comunicación con la familia y rutinas para  evitar el jetlag fue la previa a la gloria. Un contagio 15 días antes sería lo más desafortunado, por ello las prevenciones estuvieron al margen de la situación, en Colombia solo podían seguir el horario de hotel a piscina y piscina a hotel, y en la capital japonesa más de lo mismo. 

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Todas las rigurosas preparaciones dieron resultado en las justas olímpicas. Cuando llegó el día, Nelson estaba listo para ganar y ratificar todos sus logros del ciclo pre-olímpico. Llegó al Centro Acuático de Tokio, calentó de acuerdo a la competencia para activar su cuerpo, se puso su indumentaria de natación y caminó hacia la banqueta de salida. En su mente solo aparecían los consejos técnicos de su entrenador, las palabras motivacionales que él mismo se daba y los constantes agradecimientos a Dios. En su primera prueba, Nelson logra el oro y rompe un récord mundial. Asimismo, consigue dos medallas de plata y una de bronce para cerrar con broche dorado las justas.  

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“Cuando ganó la medalla de oro con récord, pues todas las noticias llegaron a la casa, a través de los canales RCN y Caracol.  Desde las 7:00 de la mañana ya estaban los medios en la casa. Nosotros no alcanzamos a desayunar”, aseguró José Crispín. Tokio se convirtió en el escenario de los sueños de la familia Crispin Corzo, ya que Nelson conquistó aquello que le faltaba, la presea dorada. Los Olímpicos 2020, no solo por la medalla de oro, serán recordados como el torneo de consagración de él como uno de los mejores deportistas del país. 

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En busca de un futuro dorado

 

La carrera deportiva de Nelson no solo se resume en Tokio 2020. El futuro de él es tan dorado como la presea que se llevó en las olimpiadas, tanto en el deporte como en sus futuros proyectos. Su principal objetivo en 2022 es el mundial de natación, del cual ya ha iniciado su trabajo en Alemania e Italia, al conseguir llenar su medallero con más premios. Además, espera romper el récord mundial de 100m pecho, pues está muy cerca de hacerlo. A largo plazo, Nelson sueña con París 2024, para conquistar más logros en su exitosa carrera.

 

La vida del delfín santandereano no sólo gira entorno al agua, Nelson también consigue logros y nuevas metas a nivel académico. En el transcurso del año, inició una especialización en administración deportiva, pues fue becado por la universidad y considera que una oportunidad como esa no puede ser desaprovechada, ya que como deportista el estudio es una forma de asegurar su futuro. Del mismo modo, su deseo por ayudar a generar un cambio en la juventud del país, lo impulsa a poner en acción el proyecto de crear un club deportivo para niños y niñas de Santander.

 

P.N: ¿Me puede hablar un poco sobre el club deportivo, qué va a hacer?
N.C: El club fue parte de mi proyecto de grado. Cuando uno empieza a trabajar en el proyecto, le recomiendan que este haga parte de su vida. Por este motivo, siempre lo tuve, siempre lo trabajé. Sin embargo, por el tiempo que a veces a nosotros no nos queda, ya que tenemos que rendir allá y acá, se quedó en pensamientos. Pero ya lo tengo, o sea, ya está montado, ya está hablado los espacios de entrenamiento; estoy haciendo la parte legal que se requiere para constituirse y que podamos con el tiempo competir, pero va muy bien. Está ese proyecto como le digo y esperamos que se haga realidad.

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“El nadador del futuro”, así lo señalaba William Jiménez, su entrenador, después de que Nelson obtuviera tres medallas de plata en Río 2016. Cual Nostradamus, adivinó el ahora o, simplemente, evidenció la realidad. Un joven talentoso, noble y humilde que después de afrontar diversas dificultades logró brillar y superarse a sí mismo. Como dijo su hermano, José Crispín: “No hay discapacidad física, sino son mentales la mayoría de discapacidades que tiene un ser humano”. Es válido reafirmar, Nelson es la viva representación de Colombia, un país que a pesar de los complejos y estigmatizaciones se levanta y lucha por sus sueños. El delfín santandereano se alzó con todas sus garras y construyó un futuro mejor para sí mismo y su familia. 

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